Pasiegos en las Merindades

A la izquierda, grabado de Pedro Mairata, del año 1953, que representa a una pasiega y a la derecha, fotografía del interior de la cueva de la ermita de San Tirso y San Bernabé, en el Valle de Sotoscueva, con la escena sobre la pasiega que invocó la ayuda del santo

Hoy en día muchos jóvenes defienden con orgullo sus orígenes pasiegos pero, lamentablemente, los pasiegos tuvieron en el pasado y hasta tiempos recientes, la condición de “pueblo maldito” y menospreciado por sus vecinos, a uno y otro lado de las montañas. Un elocuente ejemplo lo vemos en las pinturas de los siglos XVIII y XIX de la cueva-ermita de San Tirso y San Bernabé, en Ojo Guareña, en donde personas de La Parte, Entrambosríos, Cueva, Hornillalatorre, Espinosa de los Monteros, Cornejo, etc., se salvan sistemáticamente de sus desventuras, invocando a San Tirso y San Bernabé mientras que solo la pasiega sufre la desgracia final. Así reza la inscripción pintada en el interior de la cueva: “Una pasiega que vino a este santuario con un cuévano de ollas, cayó de esta peña, invocó a los santos por las ollas, no rompiéndose las ollas y quedando muerta la pasiega”.

Sin embargo, muchos pasiegos dejaron su vida trashumante en las cabañas de los Cuatro Ríos Pasiegos y se asentaron en estos pequeños pueblos del norte de las Merindades a partir de mediados del siglo XX, tras ser casi abandonados por sus seculares moradores, con la emigración masiva a las ciudades. Como ejemplo, os puedo indicar mi pueblo, Quintanilla del Rebollar, en donde las primeras familias pasiegas se asentaron hacia los años 50 y, hoy en día, se mantiene la actividad ganadera gracias a ellos.

Así que más allá de ese halo romántico con que, a veces, se envuelve su vida desde la distancia, me parece excelente y necesario que haya una generación que reivindique con orgullo sus orígenes y ahora que se está proponiendo una candidatura a Reserva de la Biosfera de los Valles Pasiegos, que no se olvide que pasiegos hay a uno y otro lado de la montaña, en Cantabria y en Burgos porque fue la incesante subida pastoril a las “branizas” la que forjó este austero y duro vivir creando un paisaje que nos asombra, salpicado de recias e impresionantes cabañas.


Óscar Ruiz, octubre 2018.