Bolos Tres Tablones: sobre lo conveniente de reducir el peso y diámetro de las bolas

Antiguamente las bolas de nuestro juego de bolos de las Merindades eran mucho más pequeñas que las actuales. Sin embargo, desde finales de los años 70 se ha aumentado progresivamente su diámetro hasta el máximo de 28 cm actuales, como consecuencia de la emigración a las ciudades, el empleo del torno mecánico, el contacto con otras modalidades y, sobre todo, el afán de tirar más bolos. 

En otras modalidades de bolas con agarradera, como el Bolo Llano Palentino han ido aún más allá, con tamaños incluso mayores; sin embargo, no hay más que mirar las fotos antiguas para darse cuenta de que normalmente también jugaban con bolas más pequeñas. 

En cualquier caso, me centraré en los Bolos Tres Tablones porque creo, sinceramente, que habría que volver a reducir el diámetro y controlar el peso de la bola por estética, igualdad y, sobre todo, por espectacularidad. Voy a tratar de argumentarlo.

La mejor madera para jugar a los bolos es la de nogal; una buena bola del diámetro máximo tiene un peso variable porque depende de la densidad del nogal, pero pesa en torno a los 7 o 7,5 kg, que solo un porcentaje mínimo de jugadores tira con soltura. Como consecuencia, muchos jugadores se ven obligados a jugar con maderas blandas o semiblandas de chopo, alisa… o ahuecar las bolas, rellenándolas de espuma... El que no sea un experto, quizá no lo pueda apreciar, pero la diferencia entre jugar con una bola blanda o dura es abismal. La desventaja es evidente, y a los que somos más fuertes nos beneficia, pero perjudica a la mayoría. 

Esta falta de igualdad actual se acabaría, si nos fijásemos en los jugadores antiguos que tiraban con bolas mucho más pequeñas e incluso desde distancias más lejanas. Era un juego más difícil, pero mucho más atractivo y espectacular. 

Para conseguir una mayor igualdad creo que se debería limitar el peso al que razonablemente pudieran tirar, cómodamente, al menos un 80% de los jugadores. En mi opinión, no más de 5,5 kg por lo que sería sensato fijar ese peso como máximo. 

Si limitáramos el peso, asimismo habría que limitar el diámetro de la bola, teniendo como referencia la madera ideal que a todos nos gustaría tirar, que es la de nogal. ¿Qué diámetro tiene una bola de nogal de 5,5 kg? No es fácil la respuesta, porque depende lógicamente de su densidad, pero aproximadamente unos 25 cm, que curiosamente coincide con el diámetro máximo que tenían las bolas en el primer reglamento del año 1971.

Por lo tanto, sería deseable limitar el peso a 5,5 kg y el diámetro a 25 cm. De esta manera, daría igual que nos pusieran bolos pesados de encina en una bolera o ligeros de avellano en otra, porque nos afectaría a todos por igual, y en los campeonatos de España, ya no se tiraría solo a la mano y al pulgar, sino que también  se tiraría al centro, a donde hoy en día no se tira por la evidente ventaja que da el peso de las bolas.

Alguno podrá decir que estamos regulando en exceso, pero cuando la acelerada evolución de los tiempos modernos es negativa, hay que reflexionar y plantearse que tal vez puede ser conveniente, en este caso concreto, mirar hacia atrás para avanzar.

En cuanto a las mujeres, creo que ellas mismas se deberían plantear estas preguntas, y no caer en el mismo error al que, inevitablemente, las conducen los hombres por imitarlos. Ellas son las que deben decidir, pero si tengo que dar mi opinión —después de haber enseñado durante años a niñas y mujeres, y haber colaborado en la organización de varios campeonatos femeninos—, creo que fijar la distancia de lanzamiento a un mínimo de 8 m, limitar el diámetro a 25 cm y el peso de las bolas a un máximo de 5,5 kg igualaría el juego y lo haría, como ya he dicho para los hombres, más atractivo. Sí, repito, limitar el peso lo considero fundamental porque da una gran ventaja, y si no se hace, corre el riesgo de convertirse en un juego de forzudas. Las niñas con doce años que poseen la técnica adecuada, llegan de sobra desde esa distancia.

¿Qué beneficios obtendríamos?: más diversión, más igualdad y más espectacularidad. Además, practicaríamos un juego estéticamente mucho más atractivo, tanto para los jugadores como para el público. Sería más difícil dar los bolos, pero sería igual para todos. 

Alguno pensará que esto es una revolución, pero en realidad, no es más que volver a la esencia de este juego; recordad vosotros mismos o preguntad a vuestros mayores con qué bolas tiraban, y coincidiréis conmigo en que eran incluso más pequeñas y de menor peso que el que sugiero. No solo el testimonio oral lo atestigua sino que tenemos libros relativamente antiguos (del año 1925 en el Valle de Mena y del año 1961 en Pedrosa de Valdeporres) que así lo confirman; incluso como ya he dicho, en el primer reglamento de la Federación Española de Bolos, del año 1971, las bolas tenían un diámetro de 25 cm.

Solo la emigración a las grandes ciudades, el contacto con otras modalidades y el empleo del moderno torno mecánico, trajo como consecuencia que se fuera aumentando el diámetro de las bolas y reduciendo, incomprensiblemente, la distancia de tiro. Es cierto que hoy en día se derriban más bolos, pero la estética del juego se ha resentido, asestando un duro golpe a la belleza y plasticidad de este juego.

Estos argumentos, que para cualquier persona pueden resultar convincentes, se encuentran, sin embargo, con la comprensible reticencia de muchos jugadores, que tienen sus bolas privadas, con el peso y agarradera que más le gusta, y que son conscientes de la inmensa dificultad que les ha supuesto adquirirlas. Esto se solucionaría si tuviéramos la voluntad de volver a las bolas comunitarias. 

Si a la vez, abandonáramos la monotonía de los campeonatos actuales y recreásemos en los mismos toda la riqueza y diversidad de nuestro juego a mico libre, habríamos dado otro paso más: recuperar al público, que es tan necesario e importante como lo son los propios jugadores.

En cualquier caso, la vida es cambio continuo. No se trata de volver a los tiempos antiguos porque sí —en el pasado hubo cosas buenas y, al contrario, cosas mejorables— sino de pararse a reflexionar y analizar adónde nos ha llevado la evolución en el tamaño de las bolas, y si realmente ha sido positiva o no.

Mi opinión ya la tenéis.


Óscar Ruiz, febrero 2014.