Rara avis

Estas bolas tienen ya unos cuantos años y están como nuevas. Mejor que nuevas. Las vendo. ¿Quieres saber por qué? Léete primero su historial: Se las compré hace unos quince años a un maderero. Una es de nogal y la otra, según me dijo, de un árbol de esos que llaman de las carreteras: un arce, acerón o escarrio. Son duras y arrastran que da gusto por la cureña. Las llaves, espléndidas, las talló Manuel Secunza, el famoso bolero de Ampuero. Llevaban años y años guardadas en la bodega, esperando que el paso del tiempo redujera su peso pero los años pasaban y pasaban… y las bolas se mantenían en sus 7,3 kg. Era un peso excesivo pero no se quería desprender de ellas hasta que por amistad me las vendió. Le encargué a Félix de Valdivielso, un hábil artesano, que redujese su peso hasta 6,4 kg. Su diámetro es el máximo permitido de 28 cm y jugué con ellas solo en ocasiones especiales: la última vez, en el campeonato de Villarcayo, de hace cuatro o cinco años, en donde ganaron al “enemigo” un jamón y algo más de 100€.

Pero como el creyente que pierde la fe o el ateo que la descubre, yo también sentí que debía cambiar cuando, hace unos años, empecé a entrevistar a ancianos jugadores, que miraban con escepticismo y resignación el juego actual. Entendí mejor las razones de su declive. ‹‹Los buenos jugadores eran los de antes, cuando jugaban con bolas pequeñas y cogían los bolos al aire. Ahora, con esas bolas tan grandes, el juego es más sencillo pero mucho menos atractivo››, se lamentaban. Desde entonces juego y enseño con bolas pequeñas.

Nunca llevo bolas a los campeonatos —salvo en los concursos más elitistas en los que ni siquiera tienen bolas públicas— y prefiero aquellos en los que todos tiramos con las mismas bolas, como se hacía antiguamente. En esas contadas ocasiones llevo dos bolas de 25 cm de diámetro y 5 kg de peso; es más difícil ganar pero mi satisfacción es mayor...

Sé que soy una rara avis en este mundo y que los que piensan como yo, ya se van muriendo... Mi esperanza son los niños y las niñas de hoy: los jugadores del mañana.


Óscar Ruiz, julio 2018.