Por qué no llevo mis bolas de madera 

a un campeonato de bolos de las fiestas de un pueblo

Quizás en otro tipo de juego de bolos no sea así pero en nuestro juego, conseguir una bola buena de calidad  es sumamente difícil. Así ocurre que solo una “élite”, que coincide con los mejores jugadores, posee esas bolas que dan una ventaja abismal sobre el que no las tiene.

Los campeonatos son relativamente recientes en la historia de los bolos y se van generalizando en el último medio siglo. Antes, lo habitual en las fiestas de los pueblos eran las partidas y las apuestas; nadie llevaba sus bolas. Cuando surgieron los primeros campeonatos individuales, al principio, todo el mundo tiraba con las bolas del pueblo; más adelante se permitieron las bolas privadas  con la condición de que todo el mundo las pudiera utilizar y, finalmente, se consintió en meter las bolas privadas y que solo sus propietarios las pudieran utilizar. Estas tres etapas reflejan con claridad la evolución del esplendor a la decadencia de los bolos. No hay que tener excesiva clarividencia para entender lo que ocurrió por lo que sería deseable, en los pueblos, volver a los orígenes; es decir, a las bolas colectivas.

Las bolas privadas deberían quedar para los campeonatos oficiales que rigen las federaciones nacionales y territoriales (creo que ni siquiera eso) pero para un campeonato de un pueblo en el que gran parte de los participantes —la mayoría— son jugadores ocasionales y no están federados, las bolas privadas deberían estar desterradas. Y aquí es conveniente hacer una reflexión sobre la disyuntiva más importante, la que establece la frontera entre el juego y el deporte. El deporte es necesario pero no puede poner su bota sobre el cuello del juego porque desaparece el juego y si desaparece el juego en los pueblos, a la larga, inevitablemente desaparece el deporte que es lo que está ocurriendo. No hay más que fijarse en la media de edad de los jugadores federados de Bolos Tres Tablones de las Merindades y del resto de España  que probablemente supere los sesenta y cinco años.

Entonces, ya sabréis el motivo por el que no llevo mis bolas a los campeonatos de los pueblos salvo a aquellos en los que si no las llevo no puedo jugar.


Óscar Ruiz, junio 2015.