Mico libre. Vuelta a los orígenes

Siempre me ha interesado más la parte cultural de los bolos que la puramente deportiva; aun así creo que esta última debería reformarse, superando sus claras limitaciones. 

Cuando nuestro tradicional juego de bolos de Las Merindades se convirtió en deporte federado, en 1970, con el nombre de Bolos Tres Tablones, imitó lo que ya existía reglamentado; es decir, se copiaron ideas de las competiciones oficiales que ya había en otras modalidades de la Federación Española de Bolos, reduciendo la rica diversidad de nuestro juego a tirar ochenta bolas, unas a la mano y otras al pulgar en el torneo más importante del año. 

Un campeonato de este tipo no es, a mi parecer, representativo de la esencia de los bolos, por su excesiva simplicidad y constante repetición. El espectáculo y la diversión de nuestros mayores se nutrían de la rica diversidad de jugar a mico libre. Sin embargo, como deporte federado únicamente hay dos sitios en donde se coloca el mico, lo que constituye un reduccionismo del juego impresionante. Y, por imitación, esta fórmula se reproduce sistemáticamente en los campeonatos que organizan los clubes federados.

Piensa que el componente aleatorio e imprevisible es lo que hace atractivo a deportes de masas como, por ejemplo, el fútbol o el baloncesto. Deportes que, en lo esencial, no difieren mucho de jugarse en un patio de colegio a jugarse de manera "profesional". Sin embargo, a los bolos en este tránsito de juego a deporte se le cortaron las alas, simplificándolos de manera inmisericorde como si hubieran de pasar, forzosamente, por un molde que ya estaba hecho.

Por ello, creo que se debería reformar el campeonato haciéndolo más atractivo y representativo de lo que son los bolos, de manera que pudieran brillar los jugadores más completos, capaces de tirar el mico en los sitios más insospechados. Un campeonato que fuera exigente, mucho más breve y que, al mismo tiempo, reprodujera toda la diversidad de una buena partida a mico libre en las que van juntos el riesgo, la habilidad y la estrategia. 

El mico se debería plantar no solo en dos sino en variadas ubicaciones, pudiéndose tirar a cualquiera de las tres cureñas. Las fórmulas podrían ser variables e imaginativas, pero lo ideal es que se combinen tanto micos fijos como aleatorios. Podría haber una tirada inicial solo a bolos sin el mico + tres tiradas a micos fijos (mano, centro y pulgar) + cuatro tiradas a micos aleatorios; de manera que para ser campeón se tirarían 32 bolas en tres eliminatorias sucesivas, en lugar de las cinco eliminatorias y 80 bolas actuales.

Pero no solo esto sería necesario para atraer a los jóvenes. Alejarnos del elitismo también es fundamental, por lo que en un campeonato como estos, las bolas deberían ser colectivas. El motivo en absoluto tiene que ver con conceptos como público o privado sino con el más puro sentido común. Deberíamos pensar como si fuéramos, por ejemplo, jugadores de balonmano y no como jugadores de tenis que tienen cada uno su propia raqueta, por la sencilla razón de que una buena bola de nuestra modalidad es un objeto de lujo al alcance de muy pocos, no por su precio sino por la dificultad de conseguirla. En el momento en el que adquirir una bola, por avances técnicos, sea tan sencillo como comprar un palo de golf, será el momento de revertir esta situación. Hoy por hoy, no es así y solo beneficia a una minoría afortunada. 

También sería conveniente que se estableciera un control máximo del peso de las bolas, una de las razones por las que no se pone el mico al centro, por ejemplo. En este otro artículo argumenté los motivos. 

En definitiva, mico libre es lo mismo que decir espectáculo, imaginación… la verdadera esencia de los bolos. No basta con que en el reglamento ponga que se puede jugar así en la partidas sino que hay que ponerlo en práctica en los campeonatos federativos. Es mi opinión, y creo que todos los pasos que dé el deporte en ese sentido, serán siempre positivos. 

Si además, los Ayuntamientos y las Escuelas de Las Merindades se animan a potenciar este juego tradicional, que forma parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial, los bolos dejarán de languidecer.


Óscar Ruiz, mayo 2024.