Muerte de un "jugador"

No es lo mismo jugar a los bolos que ser “jugador”. Cualquiera puede jugar a los bolos pero ser “jugador” tiene un matiz especial, cualitativo. En las Merindades alude a alguien que no solo juega sino que lo hace bien: “ese que tira es jugador” se suele afirmar ponderativamente. 

Fulgencio Solana Fernández, natural de Espinosa de los Monteros, tenía sin duda tal condición. Murió en 1889 con tan solo 27 años, en Sestao. La causa: el impacto de una bola. El origen de la tragedia: una distracción.

La noticia aparece en periódicos de la época, al menos en El Eco Nacional y en La Iberia, y también es recogida, recientemente, en la pág. 45 de un artículo de José Ignacio Homobono: Los bolos a katxete en Barakaldo y en la zona minerofabril (1865-2014), quien nos precisa  —citando el libro de Eleuterio Gago: Cien historias de la historia de Sestao. Bilbao. 1995: págs. 446-447—, que estaban jugando a otros bolos distintos del katxete, en concreto al pasabolo y que este accidente se produjo en el carrejo de la Vega Nueva “Donde un inmigrante de Espinosa de los Monteros y afincado en Bilbao, Fulgencio Solana, que había ganado una puesta que se disponía a recoger, cruzó el campo de juego con tan mala fortuna que su cabeza quedó destrozada por la bola lanzada por Antonio del Hierro, su amigo y paisano”.

La noticia produce perplejidad, extrañeza. Piensas que tal vez, por desconocimiento, no hayan sabido transcribir con precisión lo que verdaderamente ocurrió. Que lo que lo mató, en realidad, fue uno de los bolos que salió volando y no la bola. Sin embargo, las tres fuentes coinciden en que fue la bola y además, ahondando en la fatalidad, que la lanzó su amigo. ¿Cómo pudo ser entonces? Puestos a hacer cábalas, pienso que el impacto no fue, probablemente, tras lanzar la bola sino en el desplazamiento previo de la bola hacia atrás, en el que se produce también una gran aceleración. 

Me imagino al joven espinosiego presto a tirar y escuchar a sus espaldas: “Un duro a tres a la viga”. Volverse seguro de sí mismo y, como templado jugador, aceptar. Tirar, ganar la apuesta y disponerse ufano a cobrarla. Mientras tanto, Antonio iniciaba su tirada y Fulgencio que, ajeno a su triste sino, estaba tras su amigo recogiendo aún el dinero, se volvió —fatalmente ensimismado en su victoria— en el preciso instante en que aquel desplazó la bola hacia atrás con violencia, recibiendo el terrible impacto. 

Es una mera hipótesis, pero creo que pudo haber sido así. Creo, además, que no estaban jugando al Pasabolo Tablón actual en donde el jugador coge carrera, se acerca a la cureña y lanza la bola a ras de suelo, sino que debían estar jugando al pasabolo antiguo que se jugaba en el norte de la provincia de Burgos antes de que el Pasabolo Tablón, que es una evolución más “moderna” de aquella vetusta manera de jugar, lo desplazara. Es decir, a un juego de pasabolo a pie quieto, sin carrera en el que se tiraba la bola por el aire desde el cas, semejante en su ejecución al actual juego de Bolos Tres Tablones. 

Óscar Ruiz, febrero 2019.