Remembranza
En este juegabolos infantil de Ahedo de las Pueblas jugaba mi padre cuando era un niño, allá por los años 30. Como veis, estaba incluso bendecido. Tenía, como ahora, una simple cureña, y los chavales tiraban a pasabolos desde el cas (al que llamaban mano), a pie quieto, sin carrerilla.
Se decía, por ejemplo: vale diez el bolo que cuque (es decir, que golpee en la viga que está al final del juego), y veinte el que salte la viga.
Era la manera en que los chavales medían sus fuerzas.
Cuando se hacían mozos pasaban a jugar en el juegabolos de los mayores que estaba al lado, pero ya, raramente, tiraban a pasabolos. Lo que sí les quedaba era el estilo de echar el brazo atrás y tirar fuerte que, por otra parte, era necesario ya que una de las jugadas más habituales era poner el mico (al que llamaban cuatro) junto a la viga final del juegabolos, y decían: la bola que no cuque, es mocha (morra); lo cual —traducido para los profanos —, quería decir que si la bola no golpeaba en la viga final, no valían nada los bolos que hubieras derribado, y ni siquiera podías tirar para abajo. Motivo este más que justificado para desatar el regocijo de los contrarios.
Óscar Ruiz, enero 2024.